Por Adys González de la Rosa
Camino a sus 50 años, el Odin Teatret continúa siendo un referente para el “Tercer Teatro”, concepto acuñado por su director Eugenio Barba para aludir a todos aquellos que intentan construir su propio saber teatral alejados de los grandes centros de cultura. Italiano de origen, Barba ha liderado junto al Odin una de las prácticas teatrales más renovadoras e influyentes en la escena del siglo XX. Se marchó de su país siendo muy joven, y tras viajes y oficios varios, se convirtió en asistente y discípulo del director polaco Jerzy Grotowski –destacada figura del teatro experimental. Este recorrido por su vida y formación en la dirección es el hilo conductor de su nuevo libro Quemar la casa. Orígenes de un director, publicado recientemente en Argentina por la editorial Catálogos.
Quemar la casa. Orígenes de un director abre una puerta muy íntima a tu vida, las relaciones familiares, con tus colegas del Odin, etc. ¿Por qué decidiste mostrar esa parte en tu "libro como director"? digo, podría haber resultado un texto más teórico, sin los abordajes personales...
Desde el comienzo me de mi oficio teatral, me ponía una pregunta que parecía muda: ¿por qué no soy capaz de hacer un espectáculo como Stanislavski, Brecht o Grotowski, a pesar que me han explicado por escrito todos los procesos, pensamientos, problemas y soluciones técnicas de sus espectáculos? Brecht publicó Model Bücher (Libros modelos) donde sus elucidaciones acompañadas de cientos de fotos debían permitir a sus herederos teatrales igualar la maestría de sus resultados. No es una cuestión de talento, porque el conocimiento técnico recibido por los libros debería permitirme llegar a un resultado decoroso. Conmigo, esto ocurrió solo alejándome de las indicaciones de los libros que me inspiraban.
Así me di cuenta de que un director o un actor respiran y hace vivir su oficio a través de dos pulmones. El primero es la técnica, el conocimiento absorbido en su cuerpo y pensamiento a través de la práctica; el segundo pulmón es su biografía. Mi niñez y mi adolescencia, mis padres y mis maestros hacen que yo no puedo repetir los resultados de Grotowski, a pesar de que yo estuve a su lado durante años y conocía perfectamente su técnica y manera de pensar. Cuando decidí de escribir cómo funciona el pulmón de mi técnica de director, tuve también que explicar los motores de mi segundo pulmón - algunos episodios de mi vida.
¿Por qué te interesa publicar tus libros en Argentina? ¿Qué te mantiene vinculado a América Latina después de más de treinta años?
Yo también me pregunto sobre el valor que tienen para mí las relaciones con artistas latinoamericanos. Con el tiempo he amputado de mi geografía Norte América y muchos países de Europa. No despiertan mi interés y renuncio a visitarlos. Sin embargo mis prejuicios tienen una razón: yo vivo el teatro no como una expresión artística, sino como una evasión en una realidad muy concreta –la del oficio– que puedo modelar en un ambiente de individuos diferentes a mí, pero con similares necesidades y valores. El teatro es una cuestión de vida o muerte de algo esencial en mí. Me doy cuenta cuán ridículas suenan estas palabras. Ahora, en América Latina, he encontrado y aún encuentro hombres y mujeres por los cuales el teatro representa una solución existencial además de ser un oficio artístico. Esto pasa también en Europa pero, hoy, en grado menor.
¿Cuál es el tema de La vida crónica? ¿Cómo se ha reajustado el proceso de la obra tras la ausencia de Torgeir?
La muerte de Torgeir Wethal, que fundó conmigo el Odin Teatret en Oslo en 1964, fue rápida y al mismo tiempo noble. En pocos meses el cáncer lo devastó, sin embargo el continuó ensayando La vida crónica hasta algunos días ante de su fin. Un actor construye su papel con los dos pulmones de que hablaba antes: su técnica y su biografía. Una parte de lo que Torgeir estaba al punto de parir ha desaparecido inexorablemente. Otra parte, al contrario, ha sido reelaborada por su mujer, la actriz italiana Roberta Carreri. Hemos comenzado a ensayar La Vida Crónica en 2008 y estrenaremos en septiembre de este año. El espectáculo se desarrolla simultáneamente en varios países de Europa en el 2031 después de la tercera guerra civil. Es un fresco de historia contemporánea con situaciones de atracción y choque entre individuos y grupos con culturas y destinos diferentes a causa de la emigración, la guerra civil, el desempleo, la crisis económica. Uno de los personajes es una joven colombiana que busca su padre que ha desaparecido en Europa. Quiero hacer un espectáculo que se dirija a los que no creen en lo increíble: que una sola victima vale más que cualquier valor, más que Dios.
¿Cómo ha transformado la muerte de Torgeir Wethal la dinámica del Odin, siendo él fundador y primordial a lo largo de estos años?
Los actores del Odin tienen una experiencia de varias décadas. Cada uno de ellos tiene proyectos personales autónomos, son maestros, directores de grupos, organizadores de festivales. A nivel de actividades de nuestro teatro, la muerte de Torgeir no se hace notar. A nivel personal, sí. Tuvimos que cambiar cuatro espectáculos de grupo durante su enfermedad, para que su muerte no signifique también la desaparición del grupo. Fue un proceso doloroso y lleno de ternura, tal vez una de las experiencias más fuerte en este oficio del teatro donde el máximo del individualismo se hunde en el organismo colectivo del espectáculo.
Para muchos teatristas en todo el mundo el Odin es un paradigma ético y estético, lo que desean lograr en la vida, un fin (como modelo). ¿Hacia dónde se va cuando ya se ha encontrado el camino? ¿Cómo ha logrado el Odin no detenerse y seguir creando?
La entropía y las circunstancias exteriores son dos fuerzas titánicas que tienen el mérito de azotarte para utilizar de manera nueva la experiencia adquirida. La alternativa para nuestro grupo es sencilla: continuar o terminar. Si queremos ir adelante, tenemos que recordarnos que sólo la excelencia de nuestros resultados nos puede salvar. Hay días en que el esfuerzo del trabajo es insoportable. La conciencia de que el Odin Teatret tiene un sentido profundo para algunos jóvenes y viejos nos ayuda a aguantar. América Latina es parte de esta conciencia.
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